Robert Riener lleva dos años organizando una competencia motorizada, no una carrera de carros, motos o camiones, sino una en la que personas con discapacidades compiten para lograr ciertas tareas, como colgar papeles en una cuerda o subir escaleras, todo con la ayuda de prótesis robotizadas.

“Si en los Paralímpicos se valora la proeza física, acá queremos destacar el progreso tecnológico que permite lograr proezas. Por eso la llamamos una olimpiada para ciborgs o cybathlon”. Riener es experto en robótica, profesor en el Instituto Federal de Tecnología de Zúrich, Suiza (ETH Zúrich) y trabaja en un laboratorio que se dedica a desarrollar sistemas basados en sistemas motorizados.

Esto, en otras palabras, significa diseñar piezas que, con la ayuda de motores, interpreten los movimientos de la persona para, por ejemplo, lograr agarrar una pelota con un brazo robotizado.

Buena parte de esta tecnología aún está en los albores de su desarrollo y la idea detrás de Cybathlon es incentivar la investigación en un campo que puede tener un gran impacto en la vida de miles o millones de personas.

“Hay algunos productos o prototipos comerciales que permiten subir escaleras con una pierna robotizada, pero siguen siendo muy caros y aún tienen los problemas técnicos más comunes en este campo”.

Riener se refiere a la integración entre la persona y la máquina: un camino en el que deben traducirse los estímulos eléctricos que subyacen a la locomoción humana en señales binarias que puedan ser interpretadas por un controlador para dar la instrucción precisa a un motor. “No suena fácil y, en efecto, no lo es. Cybathlon busca reunir los mejores enfoques y técnicas para encontrar terreno común y poder avanzar hacia la creación de estándares y soluciones que puedan replicarse”.

Otro de los obstáculos frecuentes está relacionado con la complejidad que supone la incorporación de motores y electricidad a una prótesis. Aquí hay problemas con el balance de peso y movilidad y, como sucede con prácticamente cualquier dispositivo móvil, la duración de las baterías.

Para mediados de julio del año pasado, la organización de Cybathlon realizó una suerte de prueba en seco en la que compitieron 30 equipos de 15 países en desafíos que a primera vista se presentan mundanos y, acaso, sencillos. Como ya lo dijo el profesor, claramente no lo son. Y por eso cada competidor ni siquiera es llamado atleta, sino piloto, pues detrás de él hay un equipo que en buena parte también compite en la carrera. Lo importante acá es la tecnología, los detalles detrás del logro.

Para ser una competencia, resulta algo paradójico que el foco no esté centrado tanto en la victoria, sino en lograr un mejor entendimiento de cómo recorrer el camino. Lo fundamental está en la minucia. Riener asegura que al menos un cuarto de las personas que sufren amputaciones de brazo no usan prótesis porque, al ser elementos en su mayoría rígidos, no logran cumplir con las tareas del día a día, las pequeñas rutinas de una vida.

Cybathlon espera reunir al menos 80 equipos en octubre de este año alrededor de seis eventos: control de un computador mediante el cerebro, prueba de agilidad con brazo robotizado, carrera de bicicletas con estimulación muscular mediante electricidad, carrera de obstáculos con prótesis robotizada para piernas, carrera de sillas de ruedas eléctricas y carrera con exoesqueleto también robotizado.

El equipo detrás de Cybathlon incluye atletas paralímpicos que, justamente, competirán en Río en representación de Suiza y Alemania.

“Los ganadores serán reconocidos con su debida medalla. Pero, al final de cuentas, lo que anima todo este gran esfuerzo es una búsqueda de innovación en un campo que puede tener soluciones vitales para la gente. Creo que esto lo resume todo”.