Lo sucedido con los cuatro ciudadanos estadounidenses en la ciudad de Matamoros, en Tamaulipas, México, recuerda, una vez más, el difícil contexto de violencia que se vive en el norte de ese país desde los años 80 cuando los “Narcosátanicos” cometieron brutales asesinatos e insólitas acciones criminales.

Esta banda criminal ha motivado la creación de series como “Brujo” de HBO Max y la película Narcosatanicos diabólicos”, dirigida por José Juan Munguía, que han retratado los sucesos que quizá para las nuevas generaciones sean desconocidos.

¿Quiénes eran los “Narcosatánicos”?

Una banda criminal que se formó a finales de los años 80 en la ciudad noreste del estado de Tamaulipas. Sin embargo, para entender su razón de ser, hay que remontarse a la vida de quien fue su líder, Adolfo de Jesús Constanzo, quien nació el 1 de noviembre de 1962, en Miami, lugar donde su madre llegó a vivir tras huir de Cuba, en plena Crisis de los misiles, el momento más tenso de la relación entre el país caribeño y Estados Unidos.

Fue la mamá del “padrino de Matamoros”, alias de Constanzo, quien le inculcó la religión Palo Mayombe, originaria de Cuba, y la cual tiempo después hizo parte de los rituales de santería que realizaba durante y después de cometidos los asesinatos.

La llegada de este hombre a México estuvo motivada por su deseo de emprender una carrera en el modelaje, pero terminó ligado al Cártel del Golfo, con quienes traficaba drogas de Tamaulipas, a los Estados Unidos.

Una de las figuras que también destacó de este grupo criminal es Sara Aldrete, a quien apodaron “La Madrina” o “La bruja”, una mujer nacida en Matamoros, que estudió educación física, profesión con la que esperaba volverse docente.

Si bien el ´modus operandi´ de los “Narcosatánicos” parecía como el de cualquier otra banda dedicada al narcotráfico, ese pseudónimo se le adjudicó por los cultos que realizaban con los cuerpos de sus víctimas.

De acuerdo con la información de los organismos de inteligencia de la época, el “padrino” hacía rituales con las partes mutiladas de las personas que asesinaban. Cocinaba los restos y con ese caldo, sus seguidores, que creían que tenía dotes espirituales, se lo tomaban con la seguridad de que esto los volvería invencibles e invisibles.

“Creían que al beber la poción obtendrían un escudo mágico para protegerse del mal”, dijo en ese entonces el fiscal y aseguró que las ceremonias tenían tintes de Santería cubana”, agrega el medio mexicano Milenio.

Según los testimonios de los miembros de la banda, que recoge el diario el Universal de México, Constanzo hacía rituales con las partes mutiladas de las personas que asesinaban, como sicarios del cártel del Golfo.

Caso de Mark Kilroy

Rancho Santa Elena es el nombre del lugar a donde los “Narcosatánicos” se mudaron para poder realizar sus rituales sin ningún problema. En esta casa ubicada en la mitad del desierto, en Matamoros, también albergaban cargamentos de cocaína y marihuana.

Para el mismo año de la mudanza, más específicamente, el 13 de marzo de 1988, los seguidores de Constanzo secuestraron a Mark Kilroy, un joven estadounidense de 21 años y estudiante de medicina, a quien raptaron a las afueras de un bar de la ciudad mexicana.

Según cuenta George Gavito, exteniente del Departamento Aguacil del Condado Cameron, en un especial por los 30 años del crimen de este joven, realizado por la cadena de televisión Telemundo, a su oficina llegaron dos muchachos denunciando la desapadrinar de uno de sus amigos.

“Mark les dijo que iba a ir al baño, mientras los amigos siguieron caminando y se cruzaron el puente. Lo esperaron ahí por tres horas, pero él nunca regreso. Los muchachos, sin saber qué hacer, regresan a la isla… Esperaron hasta el mediodía, pero no llegó”, comenta el exoficial de policía.

Carl Routh, amigo de Kilroy recuerda las últimas palabras que intercambiaron esa noche. “Solo me dijo, no te preocupes Carl, eres mi amigo… fue entonces que nos dijimos adiós y cada quien por su lado. Y esa fue la última vez que vi a Mark,”

Sus amigos desesperados llaman al papa del joven estudiante de medicina, quien les dice que acudan a las autoridades, que no es normal que su hijo no aparezca, cuando recuerdan todos que era un joven que siempre mantenía comunicación con sus padres.

Kilroy fue escogido al azar, sin embargo, cumplía con la característica de la búsqueda solicitada por el líder de la banda: una persona blanca y de habla inglesa. Al ser la presa perfecta, lo mataron con un machete.

Según se lee en un reportaje escrito por Juan Carlos Ortega y publicado en Prensa Libre de Guatemala, luego de su muerte, miembros de este culto le quitaron el cerebro y lo hirvieron en una olla para crear una de sus famosas pociones.

El fin de la secta

El caso de este joven fue lo que desencadenó el final de los “Narcosatánicos”, pues Kilroy era sobrino de un funcionario de la Oficina de Aduana y Protección Fronteriza de EE.UU., por lo que las acciones de las autoridades de México y Estados Unidos fueron rápidas y estratégicas.

Gracias a un punto de inspección en la carretera que conecta a Matamoros con Reynosa, la policía mexicana logró capturar a Serafín Hernández, quien hacía parte de la secta. Fue este hombre el que guio a las autoridades al Rancho Santa Elena, donde se encontró el cadáver de Kilroy y otras 13 personas. Además, se incautaron varios cargamentos de cocaína, marihuana, armas de fuego y varios vehículos de lujo. Todo esto fue quemado, como una manera de llamar la atención de Constanzo.

“Serafín Hernández y otros sospechosos fueron capturados y guiaron a las autoridades mexicanas hacia el Rancho Santa Elena para enseñar el lugar donde habían enterrado al joven de 22 años y desenterraron sus restos. La excavación también reveló 14 cadáveres mutilados más, quienes fueron asesinados durante un periodo no mayor a nueve meses”, dice el informe de Prensa Libre.

Jim Mattox, exprocurador de Texas, expreso durante una rueda de prensa que se logra ver en el especial realzado por Telemundo, que los detenidos confesaron que la motivación de estos crímenes era obtener las bendiciones del vudú y continuar con sus actividades de contrabando en paz.

En mayo de 1989, en Ciudad de México, en una casa de seguridad del padrino, se dio su detención. Un operativo que detonó una fuerte balacera, y donde muchos de sus seguidores se sacrificaron.

En medio de su captura, Adolfo de Jesús Constanzo fue asesinado y su principal cómplice, Sara Aldrete, fue detenida. Actualmente, cumple una pena de 62 años.

La historia de Aldrete se ha hecho famosa, ya que escribió un libro titulado “Me dicen la narscosatánica”, donde narra toda su experiencia siendo la bruja de esta secta.

“Sara Aldrete, por primera vez tras varios años de encierro en el reclusorio Femenil Oriente, ha decidido contar la historia de los narcosatánicos y su propia historia. Con una prosa ágil, incisiva e inteligente, no desprovista de humor, aunque lacerada por el dolor y la angustia, Aldrete narra cómo conoció al cubano Adolfo de Jasús Constanzo El Padrino y a los demás miembros de la secta santera, acusada de 13 homicidios, descuartizamiento de cadáveres, brujería y una larga lista de delitos que dieron lugar a uno de los casos más célebres y extraños del crimen en México”, dice la reseña del libro.