Goliat venció a David. Hugo Chávez será presidente de Venezuela, si su salud se lo permite, hasta el año 2019. El comandante logró en las elecciones del domingo su victoria más épica al derrotar, mermado por la enfermedad, a su rival más difícil, el joven líder de la oposición Henrique Capriles por el 54,4 por ciento de los votos frente al 44 por ciento, según los primeros datos hechos públicos por el Consejo Nacional Electoral (CNE) con el 90 por ciento de los sufragios escrutados. La participación fue del 81 por ciento, una de las más altas de la historia electoral venezolana. Chávez dispondrá a partir de ahora de un cuarto mandato para profundizar en su revolución bolivariana o socialismo del siglo XXI y su caudillismo mesiánico.

Nada más conocerse de forma oficial la victoria de Chávez, pasadas las diez de la noche (seis horas y media más en la España peninsular), sus partidarios, que habían estado toda la tarde del domingo con los dedos cruzados por lo estrecho que ambos lados preveían el resultado, se echaron a las calles de Caracas a festejar el triunfo. Por el contrario, en las filas de la oposición, el veredicto de las urnas cayó como un enorme jarro de agua fría. La jornada electoral transcurrió sin incidentes pese a haberse vivido una larga campaña de extraordinaria polarización política.
La holgada victoria de Chávez, a sus 58 años, se produce a pesar del fracaso de su gestión y de la incertidumbre que supone su enfermedad —en junio de 2011 le diagnosticaron cáncer— al no tener un heredero conocido. La Constitución venezolana establece que si el presidente fallece en los primeros cuatro años de su mandato hay que convocar nuevas elecciones. Si muere en los dos últimos años del mandato, el vicepresidente puede concluir el periodo de seis años.
El comandante, a tenor de los resultados, superó todos los obstáculos de la campaña. Su dolencia le restó reflejos e inspiración y le obligó a reducir el número de mítines, celebrando 12 menos que en las elecciones de 2006. Y en su recorrido por el país se encontró en más de una ocasión con un pueblo harto de violencia en las calles, cortes del servicio eléctrico, promesas incumplidas y proclamas ideológicas planetarias. Chávez reconoció sus errores y prometió prestar mayor atención a los problemas del ciudadano en el próximo sexenio, centrando su mensaje en repetir como un taladro que solo él garantizaba la “independencia” de Venezuela y el bienestar del pueblo, amenazados ambos, en su opinión, por una victoria de la oposición a la que emparenta con las élites corruptas que causaron la implosión del sistema político venezolano en 1998.
Tampoco dejó de recordar los logros de sus 14 años de mandato –reducción del analfabetismo, extensión de la atención sanitaria primaria, incremento del número de universitarios, mercados populares, etcétera- utilizando sin escrúpulos los recursos del Estado y haciéndolo hasta el último minuto, incluida una conferencia de prensa el sábado en plena jornada de reflexión. Razón por la que Capriles llegó a comparar durante la campaña su duelo electoral con Chávez como la batalla entre David y Goliat.
El líder opositor, un abogado de 40 años, conocido como el flaco, del partido Primero Justicia (centroderecha) y exgobernador del Estado de Miranda, realizó una brillante campaña, yendo de menos a más, con una política de cercanía a los problemas de los venezolanos —inseguridad ciudadana, carestía, deterioro de los servicios públicos, corrupción, etcétera—, e ignorando el intercambio de golpes ideológico que le proponía el chavismo. La unidad lograda por la oposición, bajo el rótulo de Mesa de la Unidad Democrática, que ha tenido por modelo a la Concertación chilena, junto con el perfil popular de Capriles hizo que por primera vez Chávez se tuviera que medir a un rival que encarnaba una auténtica alternativa de poder.
Tras la derrota, la oposición deberá ser capaz de mantenerse unida para afrontar con ciertas garantías las elecciones a gobernador en varios Estados que se celebrarán a mediados de diciembre, y perseverar en el camino iniciado en estos comicios. Como dijo Capriles anoche, “el pueblo no debe sentirse derrotado”. (Tomado de El País).